Es el arcano que esconde el resumen del verbo torear. Sobre el eje se mueve el mundo y, sobre él, vive la gente. La que paga su entrada por emocionarse aún sin conocer el arcano, sin echarle cuentas al eje sobre el que gira la fuerza que lanza el olé desde la barriga. El eje es tan rotundo e inamovible como que es el punto en el que nace el toreo bien dicho, el único toreo. Y mucho más, or supuesto, que el reglamento que lo regula y saca escuadra y cartabón para medir emociones. Eso de enfrentar el reglamento al eje es como empeñarse en sostener agua entre las manos. Y algunos todavía lo intentan.
Llegar al más difícil todavía es completamente imposible sin dominar el eje. Y sobre él emerge un Perera que es perfecto aplicando matemática por su más pura intuición, pero es excelso cuando se sale de la tabla del 9 para soñar con la del 10. Y entonces se despatarra, se hunde, se entierra y se abandona para redefinir el temple perfeccionado por él. Y son Perera y su eje los que colman el foco, los que atraen las miradas, los que saltan del asiento sin saber por qué. Y entonces atraca las voluntades, se adueña de los pestañeos y crece sobre la arena hasta llegar a tapar el sol. Eso solo lo tiene en la mano un toreo.
Un torero como este, que ofrece el trapo terso, planchado, sin mácula ni arruga en la forma ni en la proposición. Un torero que hace del eje su vida para que giren los toros, pero también para no salirse del camino recto. Es capaz Miguel Ángel de reducirle la embestida y decir muy despacio el toreo al enclasado tercero, pero también de erigirse en eje sobre el que iba girando la renuente voluntad del geniudo sexto. Ambos tuvieron opciones, pero ninguno fue redondo. Y ambos se arrastraron mutilados, vencidos por el eje de Perera. Toda la plaza en pie pidió esa segunda oreja a la que la presidenta le buscó la excusa en lugar de sentir el eje. Todos los demás se dejaron llevar por la emoción.
La tuvo también el toreo de costado de Ventura a lomos de Nazarí, cuyo eje es tan distinto que se convierte en muleta para templar embestidas. Tenía el jabonero primero la bondad escrita en la cara, el celo moviendo sus manos y la fijeza amarrando la cara. Había cuajado Diego al animal cuando le cosió con Remate la rueda de cortas sin que dejase de embestir el muñeco, girando sobre un eje corto junto a caballo y caballero. Fue una oreja la paseada, y no hubo más. Porque el berrendo que hizo cuarto de puro manso no concibió más eje que los palos de una carreta. El esfuerzo de Diego saludó una ovación.
Otro tuvo que hacer Juli ara que se le fuera para adelante el mansurrón quinto, con el que no pudo siquiera el eje de Juli, más diagonal e inclinado que el que suele escribir Perera. Lo mostró con el segundo, terciado y escurrido de pechos para atrás, lavado de cara. Tuvo arrancadas rumbosas, pero le faltó entrega cuando la exigencia del eje lo puso en el brete de embestir. La muleta por abajo, el fleco arrantrando hilos que marcaban el camino para que no pensase el funo. Ya pensaba Julián, que iba desgranando muletazos, ralentizando trazos y llevando a más un trasteo que llegó a su cénit en un circular invertido que condujo la cara del castaño circundando el eje y se convirtió en un cambio de mano monumental. Pero no anduvo fino con la tizona otro de seguro eje. Y no paseó los despojos.
Tampoco lo hizo Perera con los suficientes en la mano después de buscar el toreo cuando ya no existía la inercia. Después de asentarse como eje del toreo y de la campaña, porque va a más el extremeño cuando comienza a pesar la espalda. Aunque quieran estrellarlo contra un reglamento que, sin embargo, no contempla sanciones para la manifstación popular que saca a un torero en hombros. Debería saberlo una plaza que merece premiar lo rotundo.
Noticia Cultoro, autor MARCO A. HIERRO
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de toros de La Malagueta. Quinta de la feria de Málaga. Corrida de toros. Casi lleno en los tendidos.
Dos toros de Hermanos Sampedro (primero y cuarto) y cuatro de Victoriano del Río, docilón y humillado el primero, al filo de rajarse el terciado y feo segundo, de tremenda clase y fuerza justa el buen tercero, desrazado y sin entrega el mulo quinto, de movilidad y genio el vareado sexto.
Diego Ventura: oreja y ovación.
Julián López “El Juli” (purísima y oro): ovación y silencio.
Miguel Ángel Perera (pizarra y oro): oreja y oreja con dos vueltas al ruedo.
Torero y experto en tauromaquia. Bloguero y apasionado del mundo del toro. Comparto mi experiencia como torero en trajesdeluces.com y en el blog detorero.com .